EL HÉROE DEL MONOPATíN
Asociación para la Causa de Beatificación y Canonización de Ignacio Echeverría


Muerte no improvisada


Para Daniel Sevillano, vicario parroquial de la Iglesia de San Miguel de Las Rozas la forma de morir de Ignacio «no es improvisada». La vida es un entrenamiento, explica, «y cada uno va poniendo en su interior los frutos de sus acciones». Ignacio, asegura Sevillano, «supo llenarse de valor y de solidaridad hacia las personas necesitadas».
El sacerdote conocía a Echeverría porque acudía habitualmente a su parroquia. El joven, profundamente católico, había recibido la fe de su familia y llevaba con orgullo tener un tío misionero: Antonio Hornedo, jesuita, obispo de los indios de la selva peruana, fallecido en 2006. «Venía a Misa y a confesarse», asegura a Alfa y Omega. Y «los dos años previos a que se marchara a Londres estuvo participando en los grupos de Acción Católica». Se entabló entonces una relación más cercana entre ambos.
«Era un chico tímido, noble. Se notaba su ascendencia del norte. La típica persona más bien callada pero buena, de fiar. Enseguida te manifestaba confianza. Era un joven normal que rezaba, se confesaba, venía a Misa, le gustaba el monopatín…», recuerda Daniel.
Al marcharse a Londres, Ignacio dejó de asistir a San Miguel. En la capital británica, trabajaba para el banco HSBC, en el que se encargaba precisamente de vigilar y prevenir posibles operaciones bancarias para la financiación del terrorismo.
La última vez que Sevillano coincidió con el joven fue en torno a Semana Santa. Pasaba en España unos días. «Vino a la Misa dominical y después estuvimos hablando. Me contó cómo le iban las cosas. Estaba contento. Le vi ilusionado».

 






Testimonio para los jóvenes

La vida de Ignacio «también es un testimonio muy grande para los jóvenes», según el vicario parroquial de San Miguel. «En un mundo en el que a veces nos parece que cada uno va a su bola, que es individualista, Ignacio nos enseña a ver en el otro a un hermano, a preocuparnos incluso por el que no conocemos». Y, desde el punto de vista de la fe, «es un ejemplo de cómo la vida cristiana muchas veces se vive anónimamente en ámbitos muy normales como puede ser un banco, en el trabajo, en la familia, con los amigos, en la pista del monopatín, pero que aflora cuando uno tiene que dar un paso adelante». Ignacio lo dio, sobre su monopatín, para enfrentarse contra el terrorismo.